jueves, 6 de octubre de 2022

Permanencia cíclica de la violencia de género: Papel de la víctima y la persona agresora

Carlos M. Marte. 

La violencia de género como bien es sabido representa uno de los problemas sociales más grave en el mundo, debido al alcance que esta posee. La constituye la persona agresora y la víctima, y adopta diversas formas para manifestarse (física, psicológica, sexual, económica, etc.,) colocando en dos polos opuestos los agentes que participan en ella (víctima-agresor/a).

La víctima es quien sufre la agresión y la persona agresora es quien la ejerce, luego de que se hile una primera agresión se corre el riesgo de entrar en una dinámica en forma de espiral, en las cuales se tiene como resultado la agudización del maltrato, conservando justamente la permanencia cíclica de la violencia, y adoptando este medio como única vía para obtener las cosas.  

Tanto la víctima como la persona agresora adoptan roles específicos los cuales permitirán o facilitarán la apertura de la violencia y el maltrato en el espacio en que se encuentren. La distinción de estos roles asumidos, van tomando importancia de acuerdo a los factores que caracterice a la persona, sea ésta víctima o agresor/a. Factores que de acuerdo a las diversas teorías son predisponentes en la violencia, tales como el estrés familiar, estilo de crianza disfuncional, altos niveles de hostilidad, bajos niveles de asertividad, el consumo de drogas y alcohol, rasgos psicopáticos o algún trastorno de la personalidad, aceptar la violencia como válida etc., los mismo se van estructurando en la personalidad de cada individuo.

Por otro lado, tomando en cuenta de que el género está involucrado en la construcción del poder, abordado desde esta concepción, cuando se lleva a la práctica de forma desviada este poder se ejerce bajo la interacción de actos violentos, que se van notando desde el noviazgo, y que en la mayoría de las veces no son visibles debido a que se encuentran bajo la sombra del enamoramiento. Ahora bien, siendo a la vez un tipo de violencia que corre el riesgo de ser aprendida por parte de los hijos (aprendizaje vicario), suele irse perpetuando en la dinámica de vida de quienes las sufren y la ejercen, preservando de esta forma un modelo patriarcal el cual está orientado hacia la desigualdad entre personas.

Y es que se persigue un objetivo en la dinámica de la violencia de género y es la degradación total de la víctima y el dominio absoluto por parte de la persona agresora. Lo que nos permite resalta justamente las consecuencias de este tipo de comportamiento delictivo, que pueden llevar a desarrollar cuadros psicopatológicos en la víctima, en primer lugar, se maximiza una dependencia emocional a la pareja. Esta dependencia emocional hace que la víctima se subordine y se perciba como incapacitante, sumisa y con poca valía por lo que buscará hacer todo lo posible por mantener a su lado al agresor ya que este en cierto modo compensa una necesidad de la víctima, por lo que ésta estará dispuesta a tolerar el maltrato con el fin de no quedarse sola, lo que alimenta o afianza justamente la permanencia de la violencia de género.

En el mismo lineamiento, suelen ser muy característicos los rasgos de TEPT, ansiedad y depresión, inadaptación, déficit en la resolución de problema. Igual se denota la presencia de una muy baja autoestima y en los casos más graves inclinación hacia el suicidio y homicidio.

Por otro lado, la persona agresora adopta en su repertorio de conducta la violencia como un sistema de poder, por lo que no ven a su pareja como un complemento del hombre/mujer sino como una posesión en la que solo él/ella tiene el derecho de controlar todos los aspectos de su vida.

En su mayoría, suelen ser personas con muy baja tolerancia a la frustración y bajo niveles de empatía y comunicación, por lo que se le hace fácil usar la violencia para imponer algo. Buscan justamente quebrantar las fortalezas de la víctima con el fin de desvalorizarla y de este modo tener el control absoluto sobre ella.

Este patrón conductual por parte la persona agresora, muchas veces va alineada a características psicopatológicas y a ciertos trastornos de personalidad (paranoide, narcisista, límite, antisocial). Igual que en la víctima pueden tener rasgos marcados de dependencia emocional, agresividad, problemas de control de impulsos, problemas de autoestima, celos entre otros. Todos estos elementos aunando a la vez la interacción entre víctima/agresor(a) favorecen la permanencia cíclica de la violencia de género en la actualidad.


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